Habla bien quien sabe disponer
y ordenar su discurso, teniendo componentes didácticos. La correcta disposición
de las ideas es ahora la clave. La conexión de las ideas, de los que se va
diciendo, da la medida exacta del buen hablar.
Las ideas han de
presentarse de modo trabado conectadas entre si como un todo organizado jerárquicamente,
donde las partes se relacionen entre ellas. Esta progresión ordenada de las
ideas no esta reñida con las pausas o los cortes estratégicos.
El éxito o el fracaso
de un discurso se deben con frecuencia al desorden en la transmisión de las
ideas. Existen varias ordenaciones adecuadas a la circunstancias de la comunicación
y a los géneros discursivos: las ideas se disponen de un modo u otro para llegar
a una conclusión. Y además, tienen un principio y un final.
La ordenación de
cualquier discurso responde a las distintas fases en que queda dividido, estos son: el inicio, donde se fija los
objetivos, las metas del discurso, las hipótesis en el caso de discursos primordialmente
argumentativos, así como las partes o fases del mismo; desde el inicio se ha de
buscar la adhesión del publico mediante alguna estrategia de acercamiento; el
nudo: parte principal desde el punto de vista informativo, explicativo,
narrativo, donde se desarrollan los contenidos, los análisis, se establecen y
argumentan las tesis; el desenlace: punto final del discurso, la síntesis o conclusión
de lo anterior; ha de ser breve, claro y no ha de contener ningún elemento
nuevo.
También es
recomendable la afectividad que ha de estar presente de manera especial en los
principios y finales de cualquier intervención oral.
Esta especie de guía de
la estructura de discursos asegura su ordenación y, en cierto modo, vela por
otra cualidad esencial de los mismos, la concisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario